No es necesario pasar del primer capítulo de Génesis para darse cuenta de que vivimos en un mundo de espaldas a la Biblia. Y así nos va. Cuando se relega el libro más importante de la humanidad (llamémoslo de la humanidad) a una colección de fábulas no creíbles junto a ideas ya superadas, perdemos más de lo que a primera vista pueda parecer. Mucho más. La brújula que en cierto modo guio a occidente durante siglos deja de estar ahí y su sustituto no parece el maravilloso GPS que nos gustaría. Navegando en la estela de la Ilustración, algunos creen que la razón nos encenderá todas las luces y nos dará todas las respuestas, cuestión de tiempo. Craso error.

Nuestros antepasados que respetaban la Biblia sabían lo que era una persona: un ser creado a la imagen de Dios. Léase Génesis 1:27: Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Sin entrar en polémicas sobre interpretaciones de Génesis, el concepto fundamental se mantiene en todas ellas y un niño puede entenderlo. Creado. Imagen. Dios. Una vez discutidos (cuando no desechados) esos tres puntales, grandes edificios se desmoronan con ello. Ya no somos la obra de un Dios amoroso que procura nuestro bien y nos encomienda señorear en los animales; somos el producto (producto, no obra) de algo que no puede tener imagen, porque es la nada en la que el universo se crea a sí mismo, como el propio Stephen Hawking sostiene. Partiendo de ahí, ¿en qué consiste ser persona? Más importante: ¿dónde colocamos la frontera entre el toro y yo? Las recientes celebraciones de la muerte de Víctor Barrios, corneado por el toro que lidiaba, tienen su raíz más profunda en esa falta de frontera, ese límite cada vez más desdibujado entre el ser humano y el resto de seres vivos. Proclamas sobre la libertad del individuo, el derecho a la autonomía, a escoger, a la vida, etc. expresan en un idioma conceptos que pertenecen a otro. Dicho de otro modo: se aplican en un reino distinto a aquél en el que fueron concebidos ¿Cómo puede una sociedad defender la vida de la persona si no está de acuerdo en lo que ser persona es?

toroPara algunos el toro lo es tanto o más que el torero, cosa que convierte al torero, como hemos podido comprobar estos días, en asesino. Los animales ya no son sacrificados, son ejecutados. Ignoro si mañana comer pollo será canibalismo, cada vez va costando más descartar ciertos postulados. No en vano encontramos ideas de similar calibre en personas tan influyentes como Peter Singer, catedrático de Bioética en una de las más prestigiosas universidades de Estados Unidos y destacado ateo, quien hace afirmaciones tales como: siempre que un investigador alegue que su experimento es lo bastante importante para justificar la utilización de animales debemos preguntarle si estaría dispuesto a hacerlo con un ser humano con daño cerebral(1) ; o también, dado que en su opinión los bebés no reúnen requisitos para ser personas: los motivos para no matar personas no se aplican a los recién nacidos… …Naturalmente deberíamos poner condiciones muy estrictas al infanticidio permitido; pero estas restricciones quizá se debieran más a los efectos que el infanticidio tiene en otras personas que a lo malo que intrínsecamente supone matar a un niño… …si matar a un niño hemofílico no tiene efectos perjudiciales para otros, según la visión total estaría bien matar al niño(2). Así, mientras activistas de un lado y otro defienden que se acabe con la vida de fetos, recién nacidos, enfermos, ancianos y discapacitados por igual, por otro lado se considera a los animales cada vez más intocables, sujetos de derechos similares a los humanos y a menudo defendidos por esos mismos activistas. No pretendo justificar el maltrato animal ni debatir sobre la fiesta de los toros, sobre la que no me pronuncio. Más bien planteo la necesidad de reflexionar acerca de un mundo en el que cada vez es más difícil mirar a la persona como persona y no como persona…siempre y cuando cumpla ciertos criterios, a saber: no ser asesino de animales, no pertenecer al colectivo equivocado o no alcanzar cierto umbral de calidad de vida. No sé si nos vamos quedando del todo desprovistos de brújula y estamos por ello perdiendo el norte. O quizás el norte hacia el que navegamos, en aras de la razón, es un mundo en el que una nueva ampliación del concepto de matrimonio permitirá a mi amigo casarse con su tortuga mientras que su vecino del cuarto, que acaba de sufrir un ictus, ha dejado de ser persona y se procede acabar con su vida. ¿O, tal vez, ejecutarlo? A esto, al parecer, se le llama progreso. Personalmente preferiría que nos mantuviésemos en lo que John Grey, otro ateo prominente, denomina el error esencial del cristianismo: considerar a los seres humanos diferentes al resto de animales (3). Nos libraríamos de objeciones para seguir cuidando a nuestros ancianos, nuestros discapacitados y nuestros niños enfermos. ¿Es ese el mundo en el que queremos vivir? Seamos personas.

 

 

 

Bibliografía

 

  • Singer, P. (1999). Liberación animal. Madrid: Trotta.
  • Singer, P (1995). Ética práctica (2a. ed.). Cambridge: Cambridge University Press.
  • Grey, J (2008). Perros de paja: reflexiones sobre los humanos y otros animales (2a. ed.). Barcelona: Paidós