En esta entrada vamos a ver la tenacidad de una pediatra para subsanar una injusticia y conseguir su doctorado.

Ingeborg  Syllm nació el 2 de septiembre de 1912 en Kribi, Camerún, que por aquel entonces era una colonia alemana.

Creció en Hamburgo, donde estudió medicina. Para la obtención de su Doctorado,  en 1938 a los 25 años de edad, elaboró un trabajo experimental sobre la difteria. Pero no le permitieron realizar el examen oral. Además recibió una nota mecanografiada en la que se certificaba  que había hecho en el Hospital Universitario Infantil de Hamburgo un estudio que hubiera sido aceptado como tesis doctoral, situación que las leyes vigentes hacían imposible por su ascendencia.

¡¡¡ ¿Su ascendencia?!!!  Su madre era judía y las leyes promulgadas por Hitler le impedían obtener su doctorado.

Ante el peligro que representaba quedarse en Alemania, en septiembre se ese mismo año se marchó a Estados Unidos con solo 38 marcos en su bolsillo, y lo que es más doloroso, dejando atrás a toda su familia.

En Estados Unidos no se le reconoce su título alemán, por lo que tuvo que estudiar dos años más en el Colegio Médico de Mujeres de Pensilvania en Filadelfia. Trabajó en varios hospitales, y por fin adquirió el título de Doctor en Medicina especializándose  en pediatría.

En 1946 se casa con el bioquímico y pediatra austriaco de origen judío Samuel Mitja Rapoport, con el que tuvo cuatro hijos. Pero de nuevo la política les juega una mala pasada, porque el compromiso de ambos con los derechos civiles de los afroamericanos y  su pertenencia al Partido Comunista, les hace estar en el punto de mira de  la persecución política de 1950, por lo que tienen que dejar su casa regresando de nuevo a Europa.

A su esposo le ofrecen un trabajo en la Universidad Humboldt (Berlín), ciudad en la que por fin la familia establece su hogar.

Ingeborg empezó a trabajar en la clínica infantil Charité para  dirigir la sala de bebés y prematuros, donde  desarrolló un departamento de investigación de medicina neonatal con una sala de cuidados intensivos neonatales, además luchó para que la obstetricia y el hospital infantil tuvieran más relación en aras a la mejor atención de los recién nacidos. En 1964 recibió la cátedra de pediatría y en 1969 la primera cátedra europea de neonatología, en la que siguió  hasta su jubilación de 1973.

Pero había algo en ella que la hacía recordar la injusticia cometida tiempo atrás con su doctorado. Uno de sus hijos se percató de esto y se puso en contacto con el actual decano de la antigua universidad de su madre, que hizo todo cuanto pudo para reparar  el agravio. Ingeborg  presentó el documento que probaba que había sido merecedora de recibir su doctorado, pero aun así  los problemas burocráticos eran muchísimos, aunque finalmente se consiguió  que le dieran a la “estudiante”  la oportunidad de defender  su tesis. Este era un gran desafío que Ingeborg, ya  casi ciega, aceptó, y con la ayuda de diferentes amigos logró actualizar la tesis.

Por fin el 13 mayo de 2015, 77 años después,  pudo defender su tesis, y obtener su doctorado. Tenía  “solo” 102 años, convirtiéndose en la alumna de mayor edad en recibirlo.

Ingeborg con su doctorado. Foto: Gesche M. Cordes

“Este ha sido el examen que más trabajo me ha costado en mi vida”

“No lo he hecho por mí. A estas alturas de mi vida un título ya no me aporta nada. Era una cuestión de principios. Se trata de restituir la injusticia cometida. Además, quería hacer bien el examen para no decepcionar al decano”

 

Shalom