Hoy vamos a hablar de la Dra. Adelaide Hautval, porque su vida, de principio a fin, da para muchas reflexiones.
Adelaide “Haïdi” nació el 1 de enero de 1906 en Le Hohwald, que antes de la IGM pertenecía a Alemania y posteriormente a Francia, por lo que hablaba los dos idiomas.
Fue la menor de siete hijos. Su padre era pastor protestante y ella también compartía esta fe.
Estudió medicina en la Universidad de Estrasburgo doctorándose en psiquiatría.
En 1940, cuando comenzó la ocupación alemana de Francia, ella estaba trabajando en una clínica en el suroeste de Francia.
En abril de 1942 recibió la noticia de la muerte de su madre que vivía en el París ocupado, pidió permiso a las autoridades para ir al funeral, aunque no se lo concedieron, decidió ir, siendo detenida en la línea de demarcación. Al ver el maltrato de unos guardias a una familia judía, se quejó ante ellos diciendo: “Son gente como los demás, dejadlos”.
Esta afirmación le valió el ingreso en prisión y posteriormente, al negarse a retirar lo dicho, se la condena a compartir la suerte de los judíos y a portar un parche amarillo que decía “Amigo de los judíos”.
Fue trasladada al campo de exterminio de Birkenau donde la enviaron a la enfermería, allí pudo ayudar a muchas personas. Aplicó toda su destreza para conseguir “aislar” a los pacientes de tifus como medida de prevención. Todas sus habilidades no pasaron desapercibidas al Dr. Edward Wirths, jefe médico de Auschwitz, que la reclamó para trabajar en el Bloque 10 de experimentación médica.
Ella pronto descubrió lo que de verdad se hacía allí, y valientemente le dijo al Dr. Wirths que no participaría en sus experimentos, agregando que ninguna persona tenía derecho a reclamar la vida o determinar el destino de otra. El Dr. Wirths le preguntó: “¿No ves que estas personas son diferentes a ti?” A lo que ella respondió: “”Dr. Wirths, en este campamento, hay muchas persona que son diferentes a mí, empezando por usted.” También el propio Dr. Meguele trató de obligarla a operar a un par de gemelos judíos. Pero ella de nuevo se negó a hacerlo.
Y es entonces cuando ocurre uno de los acontecimientos más importantes en esta historia: Tras sus reiteradas negativas a colaborar, fue enviada, sin castigo, de regreso a Birkenau. Esto nos enseña una gran lección ética, que incluso en las circunstancias más difíciles, tenemos voluntad, tenemos cierto control sobre nuestras acciones, y que podemos marcar la diferencia.
En agosto de 1944 fue traslada al campo de Ravensbrück de donde finalmente salió con vida, aunque su salud se vio afectada para siempre. Volvió a ejercer la medicina en Francia
Colaboró con Leon Uris en el libro Exodo, donde se exponían los crueles experimentos médicos realizados Auschwitz. El médico polaco Wladislaw Dering demandó al novelista por mencionarlo. En el juicio, realizado en Londres 1964, Dering afirmó que los médicos que se negaban a cumplir con los experimentos nazis eran asesinados, pero la Dra Hautval testificó que ella había rechazado las órdenes de los funcionarios de Auschwitz y aun así había sobrevivido. El juez que presidió el juicio, la describió como “una persona muy distinguida… una de las mujeres más impresionantes y valientes que jamás haya prestado testimonio en los tribunales de este país”
En 1965, fue reconocida por Yad Vashem como “Justa entre las naciones”.
Tras la muerte de una amiga enferma, a la que había cuidado durante años, puso fin a su vida el 12 de octubre de 1988. 1
Sus memorias, que había completado en 1987, fueron publicadas póstumamente en 1991 bajo el título “Médecine et crímenes contre l’humanité” (Medicina y crímenes de lesa humanidad)
Shalom
- Bea, Emilia. “Medicina y crimen contra la humanidad. El legado de la doctora Adélaïde Hautval” Cuadernos de Bioética, vol. XXVII, núm. 2, mayo-agosto, 2016, pp. 139-162
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