Hoy vamos a hablar de algo que es bastante desconocido.

El primer campo de exterminio que los nazis establecieron en tierra polaca fue el de Chelmno. Y este campo tiene una característica especial.

Fuente: Yad Vashem

Cuando llegaban los deportados, que principalmente eran judíos del gueto de Lodz,  se sorprendían de lo bonito del paisaje,  pues era una zona de bosque con una elegante casa señorial donde estaba localizada la recepción. Allí se les indicaba que dejaran sus pertenencias, se desvistieran para ducharse  y engañados subían a un camión, que cuando estaba lleno con 50 -70 personas  se cerraba herméticamente, se conectaba el tubo de escape con el interior, se encendía el motor y se les mataba por asfixia. Después de unos diez minutos se colocaba de nuevo el tubo de escape correctamente, y el camión emprendía viaje al bosque cercano de Zuchów, donde estaban escavadas las fosas comunes y posteriormente también crematorios.

Chelmno estuvo operativo, con algunas interrupciones, desde diciembre de 1941 hasta enero de 1945, y con solo tres camiones se asesinaron a cerca de 300.000 judíos y a 5.000 gitanos.

 ¡¡¡Solo tres  judíos sobrevivieron!!!   Jacob Grojanowski, Michal Podchlenik  y Shimon Srebrenik

¿Te imaginas lo duro de la experiencia?  Es inimaginable, pero para intentar comprenderla, aunque sea solo un poco, vamos a contar la historia  de estos tres supervivientes.

Jacob se expresó así: “Soy un judío del próximo mundo. Están asesinando a todo el pueblo judío. Yo mismo he enterrado a una ciudad entera de judíos…Los matan a todos con gas en el bosque, y los entierran en fosas comunes”.                                                                                     Jacob escapó de Chelmno pero posteriormente fue asesinado en el campo de Belzec.

 Michal era  un judío polaco procedente de Vilna y nada más llegar a Chelmno le encargaron sacar los cadáveres de los camiones. Fueron miles los muertos que tuvo que sacar, pero al tercer día ocurrió algo especial, porque encontró los cadáveres de su esposa y de sus dos hijos, un niño de siete años y una niña de cuatro. Michal en su desesperación se lanzó sobre sus cuerpos y suplicó que le dispararan.

¿Qué iba a importar un cadáver más? Pero no, para el guarda nazi que estaba allí esto no era conveniente: “Porque es hombre fuerte, y aún puede trabajar”, así que después de pegarle con un palo le obligó a levantarse y a seguir haciendo su labor. ¡¡¡Espeluznante, no hay palabras!!!  Michal poco después logró huir del campo,  y con el tiempo, acabada la guerra, se estableció en Israel.

Shimon cuenta su historia y dice:” ¿Cómo supe que mi madre había llegado a Chelmno? Allí había legajos, montañas de legajos. Un día encontré un legajo con fotos de mi madre y todos los documentos: Entonces dije…”mi madre”… No era solo mi madre: Allí me topé con miles de madres.”

Cuando el camión llegaba al crematorio,  y antes de prender fuego a los cadáveres, había otro “trabajo que hacer”, y  ese fue el que le asignaron a Shimon: “…pero antes les sacaban los dientes de oro…Y yo me sentaba y les sacaba el oro…Cuando estuve en Chelmno, yo tenía trece años”

Valgan estas experiencias tan dolorosas para poner voz a los miles de gaseados que murieron  en el campo de exterminio de Chelmno.

Shalom