¿Tiene alguna relación el Holocausto con  los viajes espaciales? En esta entrega lo veremos.

Coronel Ilan Ramon. Fuente: es.wikipedia.org

El 1 de febrero de 2003, el trasbordador Columbia de la NASA, volvía  de su misión espacial de 17 días en el espacio. Al entrar en la atmósfera terrestre algo pasó y a los pocos minutos los informativos de todo el  mundo empezaron a retransmitir imágenes del transbordador desintegrándose literalmente en el aire. Sus siete astronautas fallecieron.

Entre la tripulación iba por primera vez un israelí, el coronel Ilan Ramon, de 48 años.

Su madre y su abuela  eran sobrevivientes de Auschwitz pero otros familiares suyos fueron asesinados durante el  Holocausto: “Yo soy hijo de una sobreviviente del Holocausto, llevo el sufrimiento de la generación del Holocausto, y  soy una especie de prueba de que a pesar de todo el horror que pasaron, vamos a seguir”.

Por eso poco antes de embarcar se acercó a Yad Vashem, el centro de la Memoria del Holocausto en Jerusalén, para pedir un objeto simbólico que llevar en su viaje.

Paisaje lunar. (Lápiz sobre papel) Fuente: es.wikipedia.org

Le conmovió especialmente la historia de Petr Ginz.

Peter era un joven judío de Praga, a los 14 años fue deportado al gueto de Terezin, posteriormente fue  trasladado a Auschwitz donde murió en 1944. Era un artista polifacético: pintaba, escribía, y lo hacía todo con una fortaleza de carácter encomiable. Uno de sus cuadros se llamaba “Paisaje lunar” y mostraba la superficie de la tierra vista desde la luna.

Ese fue el Objeto que el coronel Ilan eligió para llevar consigo al espacio.

“A los 58 años de distancia, mi viaje espacial cumplirá el sueño de un adolescente, un sueño que constituye un testimonio irrefutable de la grandeza del alma de un joven que estuvo aprisionado en un gueto, pero cuyas murallas no pudieron vencer a su espíritu” dijo Ilan.

A raíz de la tragedia del Columbia, el dibujo apareció en televisión, y un espectador de Praga lo reconoció como parte de otros textos y dibujos que estaban en su desván. Los buscó y encontró el diario que Petr Ginz escribió entre 1941 y 1942.

Petr y su familia Fuente: un.org

Se contactó con Chava (Eva), la hermana de Petr, que residía en Israel, y se preparó la edición del libro que vio la luz en el año 2003. En castellano “El Diario de Praga” fue publicado en el 2006.

Los perpetradores quisieron callar a Petr, pero él sigue hablando por medio, de su carácter, de sus dibujos, de su diario. Le quitaron la vida pero no la palabra, no le pudieron impedir volar.

Y es que la vida de las personas deja, para bien o para mal, rastro en la tierra, “porque sus obras con ellos siguen”

Shalom