El amor en tiempos del coronavirus:

En mi mente últimamente me han estado rondando una serie de preguntas con relación al tiempo y las circunstancias por las que millones de personas en todo el mundo estamos afrontando. Hace no muchos días, o meses atrás, estábamos haciendo planes de viajes, congresos, reuniones con amigos, planes a corto o mediano plazo, proyectos de inversión, cumpleaños y hasta bodas. De repente despertamos un día y así sin avisar, todo en nuestro entorno gira, como gira la rueda de Chicago; en un abrir y cerrar de ojos todo nuestro universo se transforma en incertidumbre y asombro. Es inevitable no preguntarse ¿Por qué? o ¿Para qué? llega el coronavirus a nuestras vidas en un año donde muchos teníamos tantos proyectos y expectativas por cumplir.

Cuando estás allí en tu casa, y el ruido que más se repite en el silencio es el sonido de las ambulancias, las noticias con las cifras alarmantes de los infectados y fallecidos en la pandemia, las palmas de muchos vecinos que cada día salen a sus ventanas y balcones a aplaudir a todos los valientes que día a día se dejan la piel trabajando con tan poco, intentando no perder las fuerzas ni la esperanza en que habrá un futuro mejor para todos.

Es justo el momento donde la prioridad es pensar en el otro, mas allá de nuestros propios miedos y limitaciones; dando amor sin abrazos, sin besos, sin caricias, a través de tantos otros gestos de afecto como llevando la compra al que no puede salir de casa, enviando mensajes de voz, video llamadas, compartiendo versículos y canciones de alabanza u oraciones que reconfortan el alma y el espíritu. Ese amor que transforma el llanto en alegría, la soledad en cercanía y la fragilidad en fortaleza.

¿Dé donde viene ese amor sino de Dios? ¡Sí! de Dios, porque Dios es amor. El nos llama a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Es por eso que nuestro egoísmo se transforma en solidaridad, el temor en poder por el Espíritu Santo para levantarnos en fe, en oración, en intercesión y en gratitud porque a pesar de este tiempo de crisis tenemos a un Dios poderoso, que vela por nosotros, que nos da su palabra como el pan diario, nos da la promesa que su venida está cerca y la confianza de creer y proclamar a voz en cuello sus promesas:

Salmo 73: 25: ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra.
Salmo 121: Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra. No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá El que guarda a Israel. Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche. Jehová te guardará de todo mal; El guardará tu alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada. Desde ahora y para siempre.

Sigamos pues dando y recibiendo amor en cada llamada, en cada palabra de ánimo, en cada aplauso, orando unos por otros y levantando nuestro corazón y espíritu para alabanza a nuestro Dios Padre.

Un abrazo fraternal.

Catalina Valcárcel Sierra.