Hay personas que, en contra de toda evidencia, niegan el holocausto judío a manos de los nazis, en esta entrada vamos a hacer un homenaje a una mujer que luchó en contra de ello.
Nuestra protagonista se llama Violeta Friedman y nació en abril de 1930 en una pequeña ciudad húngara. Antes de cumplir los 14 años, en marzo de 1944, fue trasladada junto a toda su familia, en unos vagones atestados de gente durante tres días y tres noches al campo de exterminio de Auschwitz Birkenau. La misma noche de su llegada toda su familia -su bisabuela, sus abuelos, sus padres- fueron enviados a las cámaras de gas. Un simple giro de muñeca del doctor Mengele, dictaba el destino de las personas: aptas para trabajar/no aptas = muerte en las cámaras de gas. Violeta y su hermana mayor Eva, de casi 18 años, fueron catalogadas por Mengele como aptas para trabajar, los demás murieron.
En enero de 1945 con la llegada de las tropas rusas al campo ambas hermanas fueron liberadas.
Violeta cargó durante toda su vida con el profundo dolor por la muerte de su madre y del resto de sus familiares, pero no obstante tuvo el suficiente coraje para seguir adelante con la vida.
Con el tiempo conoció a un judío húngaro, también sobreviviente del holocausto, con el que se casó, tuvieron dos hijos Ricardo y Patricia, y por una de esas carambolas de la vida Violeta y sus hijos vinieron a vivir a Madrid en 1965.
Durante 39 años, Violeta, guardó silencio, y no habló nunca del tema, pero a finales de 1984 se dio cuenta que tenía obligación de contarlo, y “el hecho de hablar alivió mis heridas y…dio un nuevo sentido a mi vida: recordar, informar, luchar para que no vuelva a suceder”
Poco después de haber tomado esta decisión, en el verano de 1985, algo importante sucedió, ella vio por televisión a Leon Degrelle haciendo unas declaraciones sorprendentes en las que negaba el genocidio nazi, decía que Mengele era un médico normal, e ironizaba sobre los campos de exterminio efectuando juicios ofensivos de tono racista y antisemita.
Leon Degrelle era un ex general belga que en la ocupación alemana de Bélgica, apoyó totalmente a Hitler. Tras finalizar la guerra fue sentenciado a muerte en rebeldía por un tribunal belga, y se le retiró la nacionalidad. Huyendo de su país, en 1945, encontró asilo en España donde vivió confortablemente el resto de su vida.
Violeta al oír estas declaraciones decidió hacer algo, y en colaboración con una organización judía contactaron con un joven abogado, (ya que todos los abogados de más edad desaconsejaron iniciar cualquier acción porque no iba a prosperar).
Jorge Trías Sagnier, que así se llamaba el abogado, aceptó el caso, pero era imposible encuadrarlo en ninguno de los preceptos del Código Penal de aquel entonces, así que después de darle muchas vueltas se le ocurrió que podía intentarlo por medio de una Ley Orgánica relativamente reciente sobre la protección Civil del Derecho al Honor, a la Intimidad Personal y Familiar y a la Propia Imagen.
El trabajo fue difícil y largo, (seis años), porque hubo tres sentencias negativas: la del Juzgado de Primera Instancia, la de la Audiencia Territorial, y la del Tribunal Supremo, pero tanto Violeta como su abogado, que hay que decir que la defendía gratuitamente, decidieron seguir adelante e interpusieron recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional, que en Noviembre de 1991 declaró nulas las sentencias anteriores y reconoció a Violeta el Derecho al Honor.
Fue una sentencia histórica que sentó las bases para posteriormente modificar el Código Penal Español que incorporó en el año 1995 el artículo 607, punto 2, que penalizaba los delitos de antisemitismo y negacionismo, xenofobia y racismo.
Violeta dedicó los últimos 15 años de su vida a defender la tolerancia, los derechos humanos, y la memoria del holocausto para que un hecho tan execrable no volviera a repetirse.
En 1995 publicó el libro autobiográfico “Mis memorias”. Falleció en Madrid el 4 de octubre de 2000.
Su hija Patricia, que es médico, continúa en la “Fundación Violeta Friedman” la noble labor que inició su madre.
Shalom